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Disfagia Nerviosa
19 de Marzo de 2020

Disfagia nerviosa: Todo sobre el trastorno

La fagofobia, también llamada disfagia nerviosa, se caracteriza por ser un trastorno en el cual la ingesta de alimentos y/o bebidas se ve dificultada por un miedo intenso a tragar. A pesar de encontrarse casos en diversos grupos de edad, este trastorno parece ser bastante común en población infantil siendo, por tanto, a quienes se hará referencia a lo largo de este artículo. 

Uno de los primeros problemas que se encuentran respecto a este trastorno es la facilidad a la hora de confundirlo con otros como puede ser, por ejemplo, la anorexia nerviosa. Tal y como se explicará más adelante, esto se debe a que los pacientes pueden llegar a dejar de comer debido al miedo desmesurado que sienten. Es por ello que, tal y como plantean García y Papelbaum, un correcto diagnóstico diferencial es fundamental. Este incluiría recabar información sobre obsesiones más allá de la comida con el fin de descartar un posible Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) e información sobre cómo se percibe el paciente para así poder descartar la anorexia nerviosa. 

A continuación, se irán tratando aspectos como son el origen de dicha alteración, las consecuencias derivadas y los principios de intervención con mayor detalle.

¿Cuál es el origen?

            El disparador más habitual de la disfagia nerviosa suele ser la vivencia de un episodio en el cual el niño se atraganta al comer o presencia ese mismo suceso en otra persona. Otro disparador se encontraría en algún episodio en el que la comida haya provocado vómitos, siendo este un hecho igualmente desagradable para quien lo sufre.

Es evidente que, sin importar cuál de los dos episodios se den, se trata de un suceso altamente estresante para el niño. Es por esto que puede llegar a crearse una “marca” o establecerse una relación entre la comida y esa sensación desagradable, dando lugar al miedo a que se repita y derivando en problemas de salud, que se comentarán a continuación, debidos a la falta de alimentación.   

            ¿Cuáles son las consecuencias?

Como ya se ha mencionado en el apartado anterior, la consecuencia habitual es una alteración de la alimentación implicando una pérdida de peso, aunque puede darse en distintos grados y siempre se encontrarán rangos de variabilidad en cada caso, ya que algunos niños sí tolerarán algún tipo de alimento mientras que otros no sean capaces de comer ni beber nada. Es por esto que los problemas de salud derivados también variarán.

De manera más leve se encontraría una dificultad frente a la ingesta de alimentos sólidos como puede ser un filete, albóndigas o garbanzos. En un grado mayor de gravedad podría darse que el niño se negara a comer tanto sólidos como líquidos, como podrían ser purés, sopas, etc. En el caso más extremo sería imposible para el niño tragar siquiera su propia saliva. Esta condición, por consiguiente, deriva en problemas severos en la salud del paciente.  No obstante, es importante recalcar que cada niño supone un caso diferente y, por tanto, lo que acepte o no comer variará de igual manera.

Tratamiento

            La intervención para este trastorno incluye muchos elementos diferentes que deben ser adaptados a cada paciente. Lo propuesto por expertos como Evans y Pechtel (2011) incluye:

-          Modificación de los pensamientos erróneos que presente el paciente respecto a su problema. Se puede apoyar con un pensamiento lógico y haciendo ver que se trata de un proceso completamente natural.

-          Aportar pautas de relajación que permitan reducir la ansiedad anticipatoria (en caso de presentarse) a la hora de enfrentarse a las comidas, siendo posible utilizarlas en cualquier otro momento en el que puedan ser útiles. Con esto, además de reducir la ansiedad, se facilitará el hecho de tragar, ya que se libera parte de la tensión acumulada en el cuerpo.

-          Trabajar la atención. Este elemento está relacionado con la ansiedad anticipatoria, de manera que, si se consigue centrar la atención en algo que no esté relacionado con la comida y el tragar el proceso resultará menos costoso.

-          Practicar dentro de la consulta, bien sea imaginando una situación en la que se debe comer algo o llevándolo a cabo de manera real, cómo sería ingerir algún alimento y qué sucedería al tragarlo.

            Además, estas pautas pueden acompañarse con un sistema de puntos que anime al niño a comer de nuevo. Para ello pueden irse introduciendo nuevos alimentos en la dieta para así poder ganar premios o puntos canjeables. De esta manera se conseguirá restaurar una alimentación normal, aunque siempre de manera gradual. 

            ¿Qué debo hacer como madre o padre?

            Sin duda ver el padecimiento de este trastorno implica una gran preocupación como padres. Buscar ayuda en los profesionales de la salud, tanto psicólogos como médicos, permitirá conducir el problema hacia una correcta recuperación. Para ello es importante seguir las pautas y consejos proporcionados por los mismos.

Sin embargo, como figuras de referencia para los niños es esencial mantener la calma. Lograr mantener un ambiente relajado facilitará que los pequeños pierdan ese gran miedo que sienten y les proporcionará seguridad. Además, es importante abandonar conversaciones y comentarios recurrentes referidos al problema para así, tal y como se ha comentado anteriormente, reducir la atención dedicada a ello y, una vez más, ayudar a la recuperación.

Arancha Nieto

Referencias

Evans, I. & Pechtel, P. (2011). Phagophobia: Behavioral Treatment of a Complex Case Involving Fear of Fear. Clinical Case Studies, 10 (1), pp. 37-52. Doi: 10.1177/1534650110391085

Garcia, V. & Papelbaum, M. (2009). Fobia alimentar associada a magreza: um diagnóstico diferencial com anorexia nervosa. Jornal brasileiro de psiquiatria, 58 (3), pp. 205-208. Doi: 10.1590/S0047-20852009000300011

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